EL POR QUÉ DEL PEZ Y LA PLUMA
Tengo un rincón secreto perpetuado en mi memoria donde puedo refugiarme cuando no encuentro serenidad. Es en ese lugar donde se halla mi quietud. Voy allí con mi mente, y al llegar me acurruco y me sosiego como si el recuerdo me abrazara susurrándome con ternura que no tenga miedo, que todo está bien: Recuerda, me dice su voz. En ese templo habita mi infancia, o parte de ella, y es en él donde reafirmo quien soy yo y recobro la fortaleza.
Se celebraba la fiesta anual del colegio al que yo asistía. Si era capaz de pescar un pez de madera de los muchos que nadaban en una enorme pecera, (eran rojos y regordetes) me llevaría de premio una pluma estilográfica PARKER. Yo quería esa pluma más que nada en mí vida y sabía que la iba a ganar. Lo sabía sin más, tranquilamente. Esa pluma fue mía antes de pescar, antes de la fiesta, antes de que nada ocurriera. Yo tenía 7 años. Obviamente pesqué y gané. Ahora sé que aquel hecho del pez y la pluma me dio la plenitud como persona, antes y después de ganar.
Cuando me pregunto qué estoy haciendo o divago sobre el sentido de la vida y no hayo la respuesta, encuentro la cura a ese estado dejándome engullir por recuerdos de plenitud. No tengo muchos en mi infancia, tengo dos. Uno es el del pez y la pluma y el otro, un año más tarde, cuando gané un concurso de escritura con un cuento de navidad. Escribí también sin esfuerzo, igual que gané.
Ahora sé que es así como funcionan las cosas en la vida, con levedad, con satisfacción y con recompensa.
No hay día que no me sienta agradecida por esta sutil lección.
Quiero convertir ese pez y esa pluma tanto en el símbolo de mi blog como en el punto de partida. Es mi homenaje a los rincones secretos de cada uno. El pez y la pluma me recuerdan que todo lo que somos y hacia donde vamos lo conocemos desde siempre, que está en nuestro interior. Que además, existe una confabulación detrás de cada uno de nosotros, invisible pero a nuestro alcance, intima pero compartida, que trabaja siempre para nuestro mejor bien.